
MÁS DE 50 AÑOS SUBIENDO Y BAJANDO, SUBIENDO Y BAJANDO...AL MAR
Pirlápolis tiene algo que no tiene ninguna otra ciudad uruguaya con mar: las aerosillas del cerro San Antonio
Un par de leones rugen respeto cuando notamos su presencia en el malecón principal de la ciudad. Cuidan y vigilan desafiantes a la bestia, que es lo primero que llama la atención al caminar la costanera.
La bestia no es otra que la gran obra del alquimista Francisco Piria: El Argentino Hotel.
La mole color crema le aporta una opulencia inigualable a la ciudad de Piriápolis y su fama y mística se ha ido construyendo tanto por sus habitantes como huéspedes y turistas que lo han hecho mundialmente famoso.
Las leyendas urbanas se encargaron de hacer el resto.
Sus historias mágicas, sus visitantes ilustres y su presente siempre glorioso hacen de este un sitio imperdible imposible de no mirar.
¿De dónde venimos?
Construido en 1930, su majestuosidad lo hizo conocido en todo el mundo; los diarios de cada país y en cada lengua hablaban de la joya que tenía ahora Uruguay.
Las familias de la aristocracia local, tanto de Montevideo como de la vecina Buenos Aires, comenzaron a pasar allí temporada tras temporada, descubriendo sus eclécticas habitaciones y espacios comunes.
El pequeño balneario de Piriápolis de un día para el otro comenzó a ser frecuentada por miles de visitantes que en sus trajes de baño (desde los primeros que lo cubrían todo hasta la aparición de la bikini para ellas y las mallas de colores para ellos) iban mostrándole al mundo las nuevas modas y costumbres de una palabra que comenzaba a sonar en boca de todos: el turismo.
Érase una vez en Sudamérica
La belleza de su frente, ubicado sobre la espectacular rambla de la ciudad, le aportaba al lugar el glamour de las rimbombantes ciudades del Mediterráneo europeo.
Lo mismo hacían sus visitantes, hombres y mujeres impensados comenzaban a hacerse notar y a escribir una historia particular de modos y costumbres que no existían antes en esta latitud geográfica.
El Argentino Hotel fue la culminación perfecta de toda la obra de arte que don Francisco Piria ideó y construyó a su bello antojo para esta mágica ciudad junto al mar, a la cual llamó Piriápolis.
Sus dotes natas de urbanista, empresario y alquimista forjaron a este pequeño balneario uruguayo que intento desde el principio dejar una marca.
El Argentino Hotel, hoy
El hotel hoy cuenta con las mismas 300 habitaciones y el mismo mobiliario con los que fue inaugurado a mediados del siglo XX.
Sus famosas suites y varios salones, además de sus espacios comunes, hacen de este lugar un sitio único donde cada uno de los huéspedes encuentra la armonía necesaria para disfrutar de su estadía.
Acompañados siempre por la vista del mar o las sierras del Pan de Azúcar, los visitantes pueden disfrutar de los servicios que allí se ofrecen, desde baños termales marinos o piscinas climatizadas hasta espacios recreativos para practicar tenis, fútbol e incluso patín.
Recorrerlo tanto por su fachada como por su interior nos hace entender de inmediato como s pensaba en aquellos años de Guerra Mundial en Europa y de paz en América, donde “construir el hotel más grande y lujoso del mundo” era el ideal que perseguían hombres comunes que se han ido extinguiendo con el paso del tiempo. Don Francisco Piria era uno de ellos.
Piriápolis, la ciudad que lleva su nombre, es la forma en que logró ser inmortal y regalarle parte de su buen gusto a la humanidad.
Textos y fotos: Pablo Etchevers
Es sin dudas, "la obra maestra" de Francisco Piria. No por nada desde 1930 fue apreciada por turistas de todo el mundo y por la aristocracia tanto de Montevideo como de Buenos Aires que viajaron a conocerla.
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